Domingo de Ramos en San Andrés

Alto Guadalquivir año 1996

DOMINGO DE RAMOS EN SAN ANDRÉS

(Estampa del Jaén de 1950)

 

Verde y oro es el retablo mayor de la iglesia de San Andrés. Tiene verde de olivar y oro pálido de palmas, como los ramos de olivo y como las palmas doradas que el sacerdote bendice y entrega a los caballeros que bajan en procesión las gradas del presbiterio.

Entre las nubes de incienso, azuladas, resplandecen los fulgores de la gran fiesta de luces con fondo morado de lienzos cuaresmales, y un cimbrear de palmas inquietas que se abren y se cierran con susurros de abanico.

 

* * *

 

 

Luz de domingo, espléndida luz de Domingo de Ramos, llena de transparencias el jardín de la iglesia, abandonado…

Un palmar de oro virgen se mece en largas filas que vienen temblando del patio. En el fondo se columbran los ministros del Señor y sus cárdenas vestiduras que lanzan fugaces reflejos cuando el sol besa hiriendo, sus lujosos recamados.

Los árboles del jardín se visten de tiernas hojas atravesadas de sol, como esmeraldas purísimas escarchadas de diamantes que el rocío de la mañana puso en gala del día.

 

* * *

 

“Los hijos de los hebreos tendían sus vestidos en el camino…”, clama alegre la antífona, mientras la procesión atraviesa el jardín cubierto de verde manto, obsequio de la primavera.

Allá, en las alturas, el cielo es un palio pintado de blancas nubes tumultuosas desgarradas en jirones de azul fuerte. Es el cielo de una Inmaculada de Murillo, de una Inmaculada que se presiente muy cerca, en su Santa Capilla, más aún, ¡porque está en todos los pechos pendiente sobre el corazón!

 

* * *

 

“¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor!, ¡Oh Rey de Israel, hosanna en lo más alto de los cielos!”, prosiguen los himnos cantando el triunfo de Jesús, y la procesión de Ramos sube la calle de San Andrés, solemne y acompasada al cabeceo de las palmas benditas.

Es una calle antigua, la calle de San Andrés, calle pina y desigual, abierta entre grandes casas, viejos solares blasonados de nuestra cristiana nobleza, sobrias moradas que aún guardan el sello de su pasado esplendor, con sus portadas de piedra, sus rejas y sus escudos, y sus patios de columnas con fuentes adosadas al muro, que exhalan hasta la calle el fresco de sus penumbras.

¡Calle nostálgica de históricos mayorazgos, de vinculaciones seculares y devociones inefables, que aún perdura en el silencioso barrio y es testigo cada año, más de cuatrocientos hace, de esta procesión de palmas, que la puebla y que la anima en una mañana de oros orquestada de litúrgicos “hosannas”!

 

* * *

 

El subdiácono golpea con el astil de la cruz en la puerta de la iglesia. El cielo esta cerrado a los hombres, y es Jesucristo por su muerte y Redención, el que nos abre su entrada.

 

Un himno se alza dentro del templo: “Gloria, alabanza y honor a Vos, Rey, Cristo Redentor”.

 

Y al separarse las puertas, desde el interior se recorta el arco de la portada en un muro de cal blanca y en un pedazo de cielo.

 

Los perfiles de las palmas y de sus combas que se mecen con cadencias orientales, se pierden en el fondo oscuro de la iglesia, tibia y perfumada de incienso y de cera Virgen.

 

Después, por la calle pasará otro año de silencio, de gravedad y de olvido… y así “siempre”, con el lema de González Doncel, el fundador…

Acceso Usuarios